Acentor alpino: la elegancia de la sobriedad
Cercavores - Prunella collaris (Alpine Accentor)
Junto con el gorrión alpino y la collalba gris (que ya os han saludado desde esta sección del blog) el acentor alpino es el paseriforme que cría más alto en nuestras montañas; de los 1800 metros hacia arriba, muy arriba. Tan arriba como para haber sido observado en el Everest por sobre los 8000 metros. Vamos, que se ríe del vértigo. Y casi de los astronautas…
Su área de distribución abarca los macizos montañosos desde el Atlas marroquí hasta el extremo noreste de China y el centro de Japón.
Evita el clima subártico y su población más meridional se halla en la isla de Taiwán. Si bien es de hábitos sedentarios, al llegar el invierno desciende de cota y, para ello, algunas poblaciones se desplazan varios cientos de kilómetros. En Catalunya cría en los Pirineos desde las cabeceras del Ter y el Freser hasta la Vall d´Arán, casi siempre en roquedales o prados alpinos con rocas y algunos matorrales. Debido a lo difícil que es censar una especie que habita en zonas de tan trabajoso acceso, su estimación poblacional para Catalunya es, muy grosso modo, de entre 1600 y 2800 parejas.
Para quienes gusten de las caminatas por la alta montaña, una travesía estival que abarque varios picos en el Parque de Sant Maurici i Aigüestortes garantiza el encuentro con este personaje.
No obstante, llegado el invierno, resulta menos cansado de topar en las laderas y las cimas de montes más modestos como el Montseny, el Turó de l´Home, Sant Salvador de les Espases, Montserrat… Incluso se le ha visto en el Cap de Creus, cerca del castillo de Sant Pere de Roda. A diferencia de la mayoría de los pajarillos en nuestro país, el acentor alpino es un tipo confiado, que no teme demasiado al ser humano y se deja ver y retratar de cerca. A menudo, en las cimas, ronda de cerca a l@s montañer@s buscando las miguitas que se les caen de los bocatas. Eso sí, primero hay que encontrarlo pues no es un ave abundante. El nombre catalán (cercavores) hace referencia a su costumbre de alimentarse junto a los caminos – al igual que, por ejemplo, el jilguero – cosa que hace con mayor frecuencia en invierno dado que en sus zonas de cría no abundan tanto las pistas y carreteras.
Durante todo el año come pequeños invertebrados, principalmente insectos (coleópteros, saltamontes, chinches, moscas…) pero también arañas, lombrices e incluso pequeños caracoles. En otoño e invierno tampoco desdeña las semillas de plantas herbáceas, cereales y bayas.
Machos y hembras presentan idéntico aspecto; aunque el macho tiende a pesar unos pocos gramos más, ambos sexos miden cosa de 18 cm de punta de pico a punta de cola. De lejos no llama la atención, pero si lo vemos de cerca (no es difícil, ya os digo) disfrutaremos de esa combinación de puntitos blancos en las plumas coberteras, garganta jaspeada, toque de amarillo en el pico y un bonito moteado de tonos ladrillo en flancos y vientre. En su sobrio estilo, me resulta muy elegante.