Odisea de una lechuza

Corría el 16 de mayo del año de gracia de 2015; Rafa Furniet, un conocido mío, había ido a buscarme a la estación de Vic para que le asesorase sobre dónde ubicar un hide para retratar pájaros. Cuando subí al coche, entre otros comentarios, me dijo que le había parecido ver una lechuza en la cuneta de la carretera C-25D. Como cazador redimido, él tenía una noción general acerca de las aves, con la excepción de unas pocas que conocía mejor, y solo ahora, a través de la fotografía, empezaba a interesarse en las demás. De ahí que no le concediese demasiada importancia a la “anécdota” de la lechuza en la cuneta, pero a mí – obviamente – ese dato me dio en toda la frente y le pedí que la buscásemos. En efecto, allí estaba.

Lechuza común en cuneta (El Franch-Vic mayo 2015)Yo llevaba cosa de nueve años sin ver un solo ejemplar de esa especie y casi me desmayo al tenerla tan cerca. Parecía que solo se había roto un ala, aunque no se podían descartar lesiones internas. Superada la impresión, decidí apartarla de aquel lugar donde cualquier perro, gato o humano podía entretenerse en matarla. La cogí y la puse a cubierto en un campo de trigo cercano. Cuando, de regreso hacia la estación, volvimos a pasar por allí cosa de cuatro horas después, comprobé que el pobre bicho no se había movido ni un palmo de donde lo dejé. Se me planteaba, pues, el dilema entre retorcerle piadosamente el pescuezo o intentar salvarla. Ambas opciones eran mejores que dejarla morir en una larga agonía de hambre y hormigas pero no tenía sentido retorcerle el cuello a un animal irracional cuando hay tantos animales “racionales” que se lo merecen mucho más. Por suerte, Rafa tenía una caja de cartón en el coche y me la dio para que metiese en ella al animalico. Ya en el tren, conectando con San Google mediante el móvil, averigüé el número de teléfono del Centro de Recuperación de Fauna Salvaje de Torreferrusa y me dieron instrucciones al respecto. Pasé por mi casa para hacerle una breve sesión de fotos al bicho; era todo lo que le pedía a cambio de su vida.

Retrato doméstico de lechuza (en casa 16-5-2015)Tras eso fui directo, vía metro, a la clínica veterinaria Survet a donde, poco después, fueron a recogerla unos agentes rurales que la llevaron a Torreferrusa, en Santa Perpetua de la Mogoda. Y comenzó el compás de espera.

En las semanas siguientes, a golpe de teléfono, averigüé que, en efecto, tenía un ala rota pero la habían podido entablillar y se iniciaba una lenta recuperación. Los huesos de las aves están tan huecos como pueden estarlo sin dejar de ser funcionales y la “soldadura” de estructuras tan finas requiere tiempo. La lechuza estaba fuera de peligro aunque – según me dijeron – cabía la posibilidad de que su recuperación no fuese completa y se quedase, de por vida, como inquilina del centro. Ese sería un triste destino porque ya no podría reproducirse, cosa necesaria para la supervivencia de una especie que, en Catalunya, empieza a escasear. Y la vida en una jaula no es el ideal de ningún bicho, aunque nunca más vuelva a pasar hambre. Así que cada quince días preguntaba por la lechuza. No obstante, durante muchas semanas, la respuesta fue la misma; “Evoluciona favorablemente, pero ya veremos.”

Pasados cinco meses, hice una llamada que sería la última; “El 6 de septiembre” – me explicaron – “fue liberada en el monte por agentes rurales, cerca de Ripoll”. ¡Toma ya! ¡Qué pocas oportunidades tiene uno de hacer algo tan tangiblemente positivo para el medio ambiente! Aunque sea una acción ínfima dentro del marco general, la satisfacción da para pedalear de aquí a Roma. Una vez hube regresado de Italia (es broma) decidí dejar testimonio en nuestro blog; noticia minúscula, sí, pero venturosa.

Salvador Solé

Ornitólogo, fotógrafo, viajero y articulista. Socio de SEO/BirdLife desde 2002, colabora con el Grupo Local SEO Barcelona desde su fundación en 2010 y desde el mismo imparte cursos y charlas, también es guía de excursiones ornitológicas divulgativas.

7 comentarios en «Odisea de una lechuza»

  • el 27 noviembre 2015 a las 16:02
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    Bonita historia. Te felicito.

  • el 26 noviembre 2015 a las 12:37
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    Soy voluntario del Centro de Torreferrusa, hace 20 años que voy y por ahi han pasado mis hijos tambien, realmente te puedo decir que hay un autentico grupo de profesionales y aman su trabajo, por tanto a todos los animales, hasta el punto de llevarlos por la noche a su casa para alimentarlos cada dos horas en epoca de cria, poder salvar a un animal el que sea como has hecho tu y saber que ha vuelto a la naturaleza es un orgullo para ti,siempre
    que mires al cielo para ver un pajaro te sentiras feliz

    • el 26 noviembre 2015 a las 12:55
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      Sin duda, Vicente: el trabajo que hacen en Torreferrusa es magnífico. Más meritorio por lo poco conocido que es. Hacen un bien directo, real y palpable al medio natural que nos sustenta a tod@s. Gracias por comentar y mil gracias por colaborar en tan noble causa.

      Salva Solé.

  • el 26 noviembre 2015 a las 12:27
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    Gracias por aportar un poco de esperanza en estos tiempos en que la vida, animal ó vegetal, apenas tiene valor. Gracias de nuevo, por compartir una historia tan conmovedora y con la que empatizamos la mayoría de los que nos movemos por estos ambientes.

    Un abrazo.

    • el 26 noviembre 2015 a las 13:01
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      Gracias a ti por comentar el artículo y por sumar tu apoyo y sensibilidad a esta causa nuestra que tan necesitada esta de ello.

      Un abrazo.

      Salva Solé.

  • el 25 noviembre 2015 a las 23:46
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    Buen gesto Salva, enhorabuena. Que suerte tuvo de que la encontrases, y preciosa foto la última.

    • el 26 noviembre 2015 a las 13:00
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      ¡Je! Pues no creas, que habrá quien no vea con buenos ojos que no fuese directo a la clínica. Pero soy de los que opinan que una buena foto añade potencia al mensaje y vernos en los ojos de los animales, más aun cuando no es para avergonzarnos, nunca está de más. Pongo mucho cariño en la fotografía de aves y agradezco un montón que se aprecie ese trabajo. Gracias por comentar, Marta.

      Salva Solé.

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