Ni una, ni dos: 16.000 (grullas)

Acercarse a la laguna de Gallocanta en invierno equivale a disfrutar de un gran espectáculo natural que parece más propio de otro continente. Cada año, miles de grullas comunes europeas (Grus grus) se ponen de acuerdo para convertir esta laguna en el límite de las provincias de Zaragoza y Teruel en uno de los escenarios naturales más espectaculares de Europa.

El pasado fin de semana del 20 al 22 de enero, un grupo de miembros del Grup Local SEO Barcelona nos acercamos hasta Gallocanta para presenciar una vez más el show. La ola de frío que barrió España en los días previos hacía prever un fin de semana duro e incluso amenazó con abortar nuestra expedición.

Sin embargo, el clima se puso de nuestro lado y las temperaturas no bajaron de los 0 grados en todo el fin de semana. Algo que podríamos considerar “buen tiempo” teniendo en cuenta la zona y la época del año.

Solo la visita a la cercana laguna de Guialguerrero, completamente congelada, atestiguaba el frío que había hecho los días anteriores. Las fotos dan buena muestra, con los ánades descansando sobre el hielo o la foto de grupo que los esforzados ornitolocos aprovecharon para hacerse.

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Tras un amanecer del sábado infructuoso en el que apenas vimos grullas sobrevolando la zona de la ermita, en el atardecer y el siguiente amanecer nos trasladamos a la zona sur de la laguna, siguiendo las indicaciones del personal del centro de interpretación. Allí sí pudimos disfrutar de la entrada y salida de unas 16.000 grullas que pernoctaban esos días en el multitudinario dormidero.

Las dos noches que pasamos en la zona dormimos y comimos en el Hotel Mirador El Silo, un curioso alojamiento que aprovecha la estructura de un silo reformado como establecimiento hotelero en el pueblo de Bello. ¡Recomendado!

Tras disfrutar de las grullas en el amanecer del domingo, nos dirigimos a la localidad de Anento, un pequeño pueblo situado en el valle del mismo nombre que destaca por sus paredes arcillosas y su espectacular aguallueve, un manantial que cae continuamente en forma de gotas de agua, creando un relieve de paredes de piedra, musgo y pequeñas grutas escondidas que en esta ocasión encontramos vestido de gala con unos largos chupamieles de hielo formados con el frío de los días anteriores.

A lo largo del paseo por el valle destacó la aparición de un gavilán y un pico picapinos. La zona es conocida también por la abundancia de cabras montesas, pero el gran número de “domingueros” (como nosotros) limitó su presencia a un único macho joven que vimos al final del recorrido.