Un pequeño paraíso amenazado: reflexiones en el Delta del Llobregat

Me gusta pasear por el Delta del Llobregat, por Cal Tet, por ejemplo. Incluso en una soleada y calurosa mañana de septiembre, a casi treinta grados de temperatura. Me encanta comprobar cómo se resiste Gaia a ceder del todo sus dominios a unos humanos que no sabemos respetar el suelo que pisamos, la tierra que nos ha sido dada y que deberemos dejar en herencia a generaciones futuras. Disfruto al ver como las aves soportan impávidas el atronador sonido de las aeronaves que pasan a escasos metros por encima de sus cabezas (seguro que los pasajeros que viajan en ellas ni se imaginan el rinconcito de paraíso que están sobrevolando) y en cambio, un martín pescador no se posa en un tronco seco cerca de un observatorio porque hay demasiadas personas dentro, y debemos asustarlo. Aunque me quede sin foto.

En cambio, me horroriza pensar que vivimos en una sociedad y dependemos de unos gobiernos que son capaces de plantease un proyecto como Eurovegas en esa zona (aunque no fructificó, el planteamiento sí existió) o de llevar adelante el “Plan Barcelona”, que incluyó la ampliación del aeropuerto y del puerto comercial, desviando el cauce del río, con una inversión pública de más de 3700 millones de euros, compensando los impactos irreversibles sobre los ecosistemas del Delta y de la zona costera y marina (“medidas ambientales compensatorias” se titulaba la partida presupuestaria) con 21 millones de euros, un 0,006 % del total, una cifra ridícula dadas las marcas irrecuperables en el entorno.

La opción de instalar el complejo hotelero y de casinos, conocido como Eurovegas, en el Delta del Llobregat fue desechada por la empresa promotora en septiembre de 2012. Inmediatamente la Generalitat de Catalunya anunció el proyecto, también contestado por entidades ecologistas,  de seis parques temáticos en Tarragona denominado Barcelona World

Claro, es lógico que se pretenda reducir el número de individuos de especies protegidas: si no hay aves no hay impedimento para cualquier plan que dé dinerito a nuestros gobernantes (autonómicos o estatales). En 2002 el censo hibernal de ánades reales llegó a un máximo histórico en esta zona: más de 3000. A partir de ese año, casualmente el de inicio de la importante ampliación de puerto y aeropuerto, empezó a descender en picado. En 2007, ya eran la mitad.

Y, ¡oooh!, generosamente la administración como compensación al impacto ecológico producido, aprobó un incremento parcial (lejos del IBA ES140 propuesto por SEO/Birdlife,) de los espacios naturales protegidos. A pesar de la reducción de aves acuáticas,  estas nuevas zonas siguieron mostrándose insuficientes para albergar el volumen de individuos que todavía se mantenía. Y los agricultores empezaron a denunciar afectaciones en algunos campos de cultivo.

¿Qué se hizo entonces desde la administración? ¿Incrementar más las zonas protegidas? ¿Otorgar ayudas económicas? ¡¡Nooooo!! Se limitó a conceder autorizaciones excepcionales para la captura de las anátidas que salían de las escasas zonas protegidas. Ahora el principal enemigo es la caza, intensiva y constante, autorizada y/o tolerada por la Generalitat (las medidas excepcionales, todavía están en vigor) , que parece hacer oídos sordos a las entidades ecologistas que lo estamos denunciando constantemente.

Aún así las aves se esfuerzan por sobrevivir en un hábitat que, a pesar de los atropellos urbanísticos, de la presión humana, y de la sinrazón del gobierno, sigue siendo un rincón único situado a pocos kilómetros del centro de Barcelona donde los que somos pajareros disfrutamos siempre al ser un punto estratégico de la ruta migratoria mediterránea occidental y donde los que no lo son pueden igualmente disfrutar del contacto con una naturaleza plena y cercana.

Sobre este tema puede consultarse:

http://www.depana.org/
http://www.ecologistasenaccion.org/
https://www.sosdeltallobregat.org/
http://www.seguimientodeaves.org/