Reseña Delta del Ebro verano 2019

Ya es tradición que cada año el Grup Local SEO Barcelona organice una salida en el Delta del Ebro al final del verano. Guiados por Salva, un grupo de 12 personas aficionadas a la ornitología nos encontramos en Palau Reial antes de que amaneciera para aprovechar al máximo el día. En la Atmella nos reunimos con el décimo tercero miembro de esta expedición pajarera y nos aventuramos en la llanura del delta.

Garcetas y gaviotas abundaban en los arrozales y decidimos parar en un pequeño campo inundado en las afueras de Deltebre, adonde vimos los primeros limícolas: chorlitejos y andarríos.

La segunda etapa del recorrido es todo un clásico, la finca Dacsa. Esta gran extensión de césped es un territorio de elección para las aves y permite una gran visibilidad. Aquí, por ejemplo, estuvimos contemplando una majestuosa águila pescadora posada en el suelo durante mucho tiempo; se encontraba muy lejos, pero esto no iba a ser un problema para nosotros que llevábamos un catalejo por cada dos personas. De hecho, tuvimos problemas para colocarlos en nuestra siguiente parada: la altísima torre del Migjorn. Desde allí arriba se domina la isla de Buda y la laguna de la Alfacada, lugares de anátidas, somormujos y agachadizas, entre otros: un sitio donde sin duda merece la pena tomarse su tiempo y revisar pájaro por pájaro con el catalejo y la guía en la mano.

A la vuelta volvimos a pasar por la finca Dacsa y la volvimos a examinar con consciencia ya que teníamos el chivatazo de que allí deambulaba un chorlito carambolo. Y efectivamente, allí estaba, en lejanía y correteando erráticamente, evitando nuestras intrusivas miradas: un maravilloso bimbo para muchos de nosotros.

Ya en el coche, y aun pensando en el chorlito carambolo, topamos y casi atropellamos a un pollo de avetorillo en el medio del camino. Bajamos del coche lanzándonos y casi se dejó coger antes de esconderse en el canal. No parecía estar enfermo, parecía más bien en una especie de etapa adolescencial, un mixto de osadía, inconsciencia y desorientación.

Poco más adelante nos paramos en unos campos donde estaban recolectando el arroz, ya que estaban a rebosar de aves alimentándose de cangrejos. Pasamos por la playa del Serrallo donde vimos a unos abejarucos desde el coche, antes de llegar a las antiguas salinas de San Antoni, que atrae muchos tipos de turistas, no solo pajareros. Aquí disfrutamos de pagazas, charrancitos, correlimos y garzas imperiales, entre otros.

Nos paramos a comer un bocadillo en las mesas exteriores de Riet Vell, cuyas instalaciones lamentablemente estaban cerradas. Vinieron a visitarnos una aguililla calzada, un mosquitero musical y un papamoscas cerrojillo. Tras tomar el café en Deltebre, nos fuimos a El Goleró, o Bahía del Fangar, a disfrutar de lo que nos quedaba de tarde. Este lugar desprende paz. Quizás sea por su espejo de agua inmóvil, o quizás por sus muelles decadentes con sus barquitas semihundidas. En cualquier caso, se trata de un paraíso también para las aves y pudimos añadir unas cuantas especies al listado del día, como el combatiente y el archibebe fino. Sin duda fue la mejor de las despedidas antes de volver a la capital.

A continuación, el listado: