Garza chiflona: flauta del sol silbadora
Martinet xiulador - Syrigma sibilatrix (Whistling Heron)
Si has oído a nuestras garzas – sobre todo la garza real (bernat pescaire) que, si está molesta, suele emitir un graznido al levantar el vuelo – sabrás que las ardéidas no silban. Excepto ésta (y otra). Por eso, en un montón de idiomas, se la conoce como garza silbadora. Chiflar significa silbar en el español de Chile y Argentina. El nombre que le dan en Paraguay es bien poético: Flauta del sol. Quizás se deba a que – al menos en época reproductora – silba al amanecer. Syrigma sibilatrix es un bonito nombre científico que procede del griego “surizo” = silbar, y del latín “sibilatrix” = silbador.
Su silbido es breve (una sola nota) y se repite entre dos y cinco veces con intervalos de medio segundo: nada que, a nuestros oídos, suene como una melodía. Pero llamativamente distinto de las vocalizaciones de otras garzas. Un pariente suyo muy cercano, la garza capirotada (Pilherodius pileatus), emite una larga serie de silbidos muy cortos, también distintos a los graznidos propios de la familia Ardeidae. Como dicha familia cuenta con 71 especies y solo dos podemos considerar que silban, eso las hace destacar. Ambas especies son únicos representantes de su género (Syrigma y Pilherodius).
La garza chiflona está repartida en dos grandes poblaciones: una en el este de Colombia y llanos herbosos de Venezuela (subespecie S. s. fostersmithi) y otra mayor esparcida por Bolivia, sur de Brasil, Uruguay, Paraguay y cuadrante N.E. de Argentina (subespecie S. s. sibilatrix).
De pico a punta de cola mide entre 53 y 58 cm, un tamaño que viene a ser intermedio entre el de la garceta común (martinet blanc) y la garcilla bueyera (espulgabous). Tal como sucede con todas las garzas (que yo sepa) en la chiflona no existe dimorfismo sexual que se pueda apreciar en el campo: machos y hembras presentan idéntico aspecto.
Está menos asociada a humedales que otras garzas y, de hecho, solo vadea aguas que tengan muy pocos centímetros de profundidad. Generalmente se la encuentra en herbazales, pastos, sabanas húmedas y campos encharcados.
Es una de las garzas más insectívoras: en su son importantes los insectos voladores, como las libélulas, así como insectos palo, escarabajos (por ejemplo, mariquitas), saltamontes, langostas, arañas y, de los vertebrados, renacuajos, ranas y anguilas, único pez que se ha documentado como presa suya.
Al igual que sucede con tantas especies de Sudamérica, faltan muchos datos sobre su reproducción así que esta sección será breve: parece que se reproduce en casi cualquier mes del año a excepción de febrero y marzo, aunque lo más habitual es entre abril y septiembre. Su nido consiste en una plataforma despelucada hecha de palos y ramitas (típico nido de garza) ubicado en ramas horizontales de árboles maduros a entre 3 y 11 metros de altura. Anida en solitario o en pequeñas colonias laxas. Con frecuencia usa los mismos árboles año tras año aunque no sé si el mismo nido. La puesta habitual es de 3 o 4 huevos que se incuban durante unos 28 días. Normalmente solo dos crías llegan a emplumar.
Antiguamente, los amerindios usaban las atractivas plumas de los ejemplares adultos como moneda pero no consta que esa práctica afectase a sus poblaciones. En realidad, al igual que la garcilla bueyera, esta es una garza descarada que puede alimentarse e incluso nidificar en parques urbanos como, por ejemplo, los de Buenos Aires. Su capacidad para adaptarse a nuestras alteraciones del medio ambiente le augura un brillante futuro ya que, además, se beneficia de la conversión de la selva en pastos para ganadería e incluso le gusta picotear en las cunetas. Obviamente, la IUCN la considerara no amenazada.
