Tiñosa boba: nombre indigno
Nodi gros - Anous stolidus (Brown Noddy)
La tiña – una patología cutánea de origen fúngico – produce calvas en la cabeza y como este charrán tienen el píleo (coronilla) claro, para los nada respetuosos usos del antiguo castellano, es como si padeciese la enfermedad. Y puesto que desconoce el peligro que el ser humano supone para ella y permite que nos acerquemos, se le acusa de boba, por si lo de tiñosa fuese poco ofensivo. Tenemos aquí un ejemplo particularmente vergonzante de cómo, hasta hace solo unas décadas, definíamos la naturaleza. Los nombres actualizados en catalán ya evitan ese feo vicio.
El género Anous lo forman cinco especies de charranes, uno de los 23 géneros que componen la familia Laridae, con sus 100 especies. Laridae ha colonizado el planeta entero, de polo a polo, y reune a todas las gaviotas (51), charranes (46) y rayadores (3).
La tiñosa boba es propia del cinturón marítimo trópico-ecuatorial, estando presente entre los paralelos 30º norte y 30º sur. Cría en una gran variedad de islas, islotes y atolones, muchos de ellos remotos y deshabitados. Fuera de la época reproductiva vive en el mar, volando y durmiendo sobre las olas pero también en rocas y otros pequeños parches de terreno emergido. Incluso descansa sobre el caparazón de tortugas marinas que reposan en la superficie.
De punta de pico a punta de cola mide entre 40 y 45 cm, con una envergadura alar máxima de 86 cm. Los machos tienden a ser más grandes que las hembras pero presentan el mismo aspecto y la diferencia de tamaño difícilmente se puede apreciar (ausencia de dimorfismo sexual).
Su dieta se basa exclusivamente en peces y calamares que pesca acechando a baja altura desde el aire y cazándolos en las superficie o a pocos centímetros de profundidad, chapuzándose. Como tantos otros láridos, aprovecha las cacerías de los atunes que obligan a los peces a saltar fuera del agua. Cuando ha nidificado, no se aleja más de 50 km del nido para realizar las capturas con las que alimenta a los pollos.
Cría de manera colonial juntándose desde unas pocas parejas hasta – en casos excepcionales – más de mil. Las parejas se forman o reencuentran de noche, durante visitas nocturnas al enclave de la colonia. Ambos conyugues colaboran en el montaje del nido. Si pueden elegir, prefieren armarlo con palos y ramitas en algún lugar un tanto elevado: árboles, cactus, acantilados, matorrales, edificios abandonados, etc… buscando que el nido quede algo protegido por uno o más lados. A menudo aprovecha y reconstruye uno de la temporada anterior. Si no queda más remedio, pone los huevos sobre la arena y los rodea con algunas conchas, piedrecitas, trozos de coral… y plástico. En los acantilados mezcla ramitas, corales, conchas y demás. La versatilidad en cuanto a los enclaves y maneras de nidificar es, sin duda, parte de su éxito reproductivo. Y eso que solo pone un huevo, rara vez dos. Ambos conyugues incuban (entre 33 y 52 días, dependiendo de las condiciones ambientales) y alimentan al pollo regurgitando, ya semi-digerido, lo que han cazado en el mar. Hasta los 100 días después de la eclosión, los padres aportan – de manera discontinua – algo de comida al juvenil, que ya vuela.
La IUCN califica a la tiñosa boba como “no amenazada” ya que se reproduce en infinidad de islas, islotes y demás. Se calcula que su población mundial no baja de las 500.000 parejas, pero en realidad no existen más que censos locales.
