Arrendajo cabecinegro: charlatán, ruidoso y muy cantarino
Gaig capnegre - Garrulus lanceolatus (Black-headed Jay)
El género Garrulus solo tiene tres especies. La primera de ellas es nuestro querido “gaig”, la segunda ésta que trataré hoy y la tercera vive en la isla Amami-Oshima, en el extremo septentrional del archipiélago de las Ryukyu, al sur de Japón. Los arrendajos son córvidos; una exitosa familia que cuenta con 130 especies repartidas por todos los continentes a excepción de la Antártida. Garrulus, del latín, significa ave charlatana, ruidosa o muy cantarina.
El arrendajo cabecinegro solo vive en zonas forestales bajas de la mitad occidental de los Himalayas a una altitud de entre 1500 y 3000 m.s.n.m. a caballo entre el N.E. de Afganistán, el norte de Pakistán y el N.O. de la India; un área de distribución minúscula si la compramos con la del arrendajo eurasiático (gaig eurasiàtic). El cabecinegro no es exigente: cualquier bosque en la tegión descrita y a la altura adecuada le viene bien. Se adapta a masas forestales degradadas y a terreno mixto arbolado y agrícola pues tolera la presencia humana e incluso se aprovecha de ella, sobre todo en invierno.
Al igual que muchos otros córvidos, es un “broncas” que, valiéndose de su tamaño y su gregarismo, acosa a potenciales depredadores como busardos, búhos, milanos y demás. Así delata la presencia del peligro y de paso lo ahuyenta. Para mí que ese es uno de los pasatiempos favoritos de los córvidos; dan un uso beneficioso, para la comunidad aviar local, a su innato gamberrismo.
El arrendajo eurasiático mide entre 34 y 35 cm de punta de pico a punta de cola y el cabecinegro unos 33. También carece de dimorfismo sexual: machos y hembras presentan el mismo aspecto e incluso el mismo tamaño. En la India, ambos conviven (y supongo que a veces compiten) formando bandos que pueden incluir otras especies de córvidos.
El arrendajo cabecinegro es sedentario, aunque realiza algún descenso altitudinal en invierno, cuando nieva en las zonas altas de su área de distribución. Es entonces cuando más fácil resulta verlo (y oírlo…) en pueblos de montaña y sus cultivos periféricos.
Siendo omnívoro, se alimenta de todo lo que pilla: fruta, semillas, invertebrados, lagartijas, huevos y pollos de otras aves y hasta ratones. Aprovecha toda comida humana que encuentra y acude a comederos, cuando los hay; muy pocos en el año 2024, aunque es probable que vayan en aumento.
Se supone que el vínculo de pareja se mantiene a lo largo de los años pero no hay estudios al respecto. El nido se ubica en una horquilla a entre 5 y 6 metros del suelo. Prefiere árboles pequeños, a poder ser un roble joven. No hace esfuerzos para ocultar el nido, que a menudo resulta bastante visible. Ambos conyugues lo construyen en forma de burda copa profunda con palos pequeños y forrado interiormente mediante raicillas, tallos de pasto y un tipo de hongo negro y filamentoso que recuerda el pelo de caballo. La puesta suele ser de 3 o 4 huevos, a veces 5. Hay cuatro especies de cucos en el mismo hábitat que el arrendajo cabecinegro así que resulta posible que, si consigue burlar la estricta vigilancia, alguno/s le parasite/n el nido. Solo la hembra incuba (durante 15/17 días) pero el macho, en los primeros días, se encarga de alimentar a los polluelos mientras permanecen en el nido bajo la supervisión de la hembra. Cuando ya han crecido un poco, ambos miembros de la pareja les llevan insectos, que la hembra despieza cuidadosamente para eliminar las partes duras y trocear los más grandes. No hay datos sobre cuanto tardan en crecer e independizarse ni si miembros de la generación del año anterior ayudan a sacar adelante a la del año siguiente.
Como es un ave localmente común y hasta abundante que tolera la interveción humana en el medio ambiente – y aún se aprovecha de ella – la IUCN la considera no amenazada. Sin embargo no existen estudios sobre la progresión de sus poblaciones y una degradación excesiva del entorno natural podría redundar en una reducción de su presencia. Personalmente, en la zona baja del Himalaya donde lo observé, vi bastantes gatos asilvestrados y más de un campesino fumigando huertos; dos factores que nunca favorecen a las aves.