Gaviota patiamarilla: el nuevo depredador urbano
Gavià argentat - Larus michahellis (Yellow-legged Gull)
La alteración masiva de la naturaleza que el ser humano ha realizado en el último siglo ha llevado a la extinción a muchas especies. Pero un cambio igualmente nefasto ha sido el convertir en plaga a otras, alterando no solo su cantidad, que se ha disparado, o su área de distribución, que se ha expandido, si no incluso transformando sus conductas.
La gaviota patiamarilla siempre fue oportunista; pescaba donde veía concentrarse a otras aves marinas y, si podía, les robaba lo obtenido, buscaba peces muertos en la orilla o descartados por los pescadores, capturaba polluelos de otras aves marinas y carroñeaba cuando se varaba algún delfín. Pero la enorme incidencia del ser humano en el medio ambiente ha sido como regalarle una kalashnikov a un carterista sin escrúpulos; hasta entonces se limitaba a los pequeños hurtos pero, con un arma de fuego, se le abre un enorme abanico de posibilidades a quien se busca la vida sin respetar al prójimo. No estoy diciendo que las gaviotas patimarillas se hayan pervertido pero sí que les hemos facilitado demasiado la vida; vertederos cada 40 km, palomas enfermas (estupendas presas) por la transmisión de patologias que el exceso de población conlleva, lugares de nidificación inaccesibles en edificios situados a tiro de sus nuevas fuentes de alimentación, extinción de los depredadores naturales en la costa, entornos urbanos sin ellos; ¡Jauja! Y luego la gente dice; “¡Esos bichos son unos demonios!”.
Para quienes vivimos en Catalunya resulta chocante averiguar que esta especie está restringida a Europa; por el este llega (en invierno) hasta las orillas georgianas del Mar Negro y por el oeste hasta las islas Azores. Por el norte (solo en invierno) alcanza las costas meridionales de Noruega y Suecia y en África se limita a habitar las costas que van del sur de Marruecos hasta Egipto. Pero se está expandiendo rápidamente lo que puede poner en peligro a otras especies de gaviotas que, hasta ahora, no se las veían con semejantes “gamberros”. No olvidemos que, con las alas extendidas, la gaviota patiamarilla llega a medir 140 cm mientras que lo máximo que alcanza un busardo ratonero son los 136 cm. Ese tamaño las convierte en depredadores potenciales. Y a ello se suma una agresividad natural que, “antiguamente” solo mostraba en la defensa del nido y las peleas por la comida. En las nuevas condiciones que les hemos proporcionado, esa agresividad les sirve para perseguir y abatir palomas, un comportamiento que no se había documentado hasta hace apenas un par de décadas, aunque depredasen sobre los pollos. Así que, a parte de los cuatro halcones peregrinos que, con gran esfuerzo, se han introducido en Barcelona, en la cúspide urbana de su cadena trófica aérea reinan estas gaviotas.
Cuando yo era un chaval, avistarla en Barcelona era digno de asombro. Hoy, en el puerto e incluso en el barrio gótico, ya se las ve bajar al suelo a la hora punta de los turistas, que es cuando más comida pueden encontrar en la calle. Todavía son muy pocos los individuos que están tan locos, pero si sobreviven a los perros sueltos y a los atropellos, cada vez serán más.
Hasta hace apenas treinta años era una especie estrictamente marina y litoral
Ahora siguen el curso de los ríos hasta casi sus fuentes y, a gran distancia del mar, los vertederos atraen a cientos de ejemplares que, fuera de la época de cría, allí tienen un buffet libre ilimitado; en la salida del Grupo Local SEO/Barcelona a los Pirineos de 2012 vimos una que volaba a pocos kilómetros del Port de la Bonaigua. En algunas terrazas de bares del norte de la península, sus ataques directos a las bandejas que llevaban en alto los camareros han perjudicado al negocio. Por eso, la gaviota patiamarilla se ríe de nosotros pues, sin pensar en las consecuencias, les hemos facilitado la vida hasta extremos absurdos.
De punta de pico a punta de cola miden entre 52 y 58 cm y los sexos no son diferenciables a simple vista, a pesar de que los machos tiendan a ser algo mayores que las hembras. Mucha gente no sabe que las gaviotas grandes como esta tardan cuatro años en adquirir el plumaje adulto y piensan que “las marrones” (los juveniles de primer invierno) son de otra especie.
Si queréis verlas bien cerca, os recomiendo el entorno del Maremagnum; cerca del agua, entre los asientos de la “plaza” de suelo enmaderado que hay en el extremo sur del Moll de la Fusta – y también al otro lado del puente – se concentran los ejemplares más habituados a comer casi de la mano de los turistas; allí, aun sin prismáticos, podréis observar muchos detalles anatómicos. Y esa mirada fría que se ríe de nuestro atolondrado progreso.