Baix Llobregat, Barcelona, un día cualquiera
Las aves que chocan – y mueren – contra cristaleras no son noticia; demasiado habitual resulta como para preocupar más que a unas pocas personas.
SEO/BirdLife tiene programas de seguimiento de este fenómeno; busca y propone soluciones, al igual que otras ONGs preocupadas por el tema. Pero, para el resto, esa es una de los cientos de realidades lamentables con las que convivimos. Yo mismo pienso poco en ello “si”, como diría el Jedi Yoda, “confesar me he de”. Hasta que alguien te hace llegar unas fotos, éstas fotos. Entonces se te cae el alma al suelo porque percibes la dureza del asunto, lo inútil, injusto y triste de esas muertes continuas e invisibles.
Dándole vueltas al asunto, especulé con que quizás la sustancia que dejó la marca en el cristal fuese una mezcla del sebo que impermeabiliza el plumaje externo de las aves y el polvo con que a veces se “bañan” para combatir a los parásitos. Para una persona que disfruta escribiendo, semejantes documentos visuales son un filón que invita a diversas modalidades de texto, desde la crítica indignada a la poesía lúgubre. Pero los años me rescatan de caer en la hiperbole y el innecesario vertido de negras tintas. Creo que es suficiente con mostrar las fotos. Quien me las pasó prefiere que no publique su nombre ni la ubicación del drama ya que está por ver que fuese legal realizar – y mucho menos divulgar – las tomas; aunque la ley debería proteger la vida, a menudo se centra en defender a las instituciones y empresas más poderosas y cualquier particular puede salir escaldado si levanta su lanza contra semejantes molinos.
Así que, sin más literatura que la empleada en esta presentación, Baix Llobregat, Barcelona, un día cualquiera.
