Un petirrojo en mi camino.
Así como suena, un petirrojo posado en medio de un camino fue el que me descubrió el mundo de la ornitología. Yo, que siempre había hecho ostentación de ser una urbanita acérrima, tuve que ir a conocer a Javier, un profesional del pajareo.
Un mes de noviembre de hace dos años me hizo descubrir que en el mundo existen otros pájaros aparte de las palomas urbanas y de los periquitos que vendían enjaulados en las Ramblas.
En un paseo por los alrededores del Llac de Banyoles, él, cámara en ristre, con su mega-objetivo a la caza de algún ejemplar volador que se dejara fotografiar, me señaló un pequeño pajarillo que, casi desvergonzado, estaba parado en el camino: un petirrojo, que hasta yo, con mi cámara y objetivo normales, pude fotografiar. A partir de ese momento, empezó mi interés creciente por la avifauna. Pero no fue hasta el verano siguiente, en els Aiguamolls de l’Empordà, donde se desplegó ante mi la ornitología en todo su esplendor.
Mi entusiasmo tuvo un aumento geométrico que culminó con una semana de vacaciones en el Delta de l’Ebre. Ya no he podido volver a definirme como urbanita. Ahora soy una humilde aspirante a pajarera, que intento participar en cursos, excursiones y actividades tanto como puedo. Desde octubre de 2013 soy la socia nº 27716 de SEO/Birdlife y miembro del Grupo Local SEO Barcelona y me siento muy orgullosa de que mis familiares y conocidos me digan que me he vuelto una friki de los pajaritos. Aunque, a día de hoy, tengo vistas 131 especies, sí, ya sé, las cien primeras son fáciles y a partir de ahí me costará más, pero puedo “presumir” de haber visto avutarda, ganga ortega, alondra ricotí, buitre negro, garceta dimorfa o águila moteada que, estaréis de acuerdo conmigo, para una principiante no está nada mal.
Ahora, mis aspiraciones personales serían poder ver un frailecillo y… un urogallo, je je je… ¡Ya os tendré al corriente!
El pasado mes de abril asistí al curso de iniciación organizado por el Grupo Local SEO Barcelona y… ¡dios mío lo que me queda por aprender! Pero es un reto que asumo con mucho gusto desde el día que el petirrojo se cruzó en mi camino.
Entrañable artículo, Montse. Es curioso como la gente conecta – o no – con la naturaleza y con algunos de sus aspectos (¡Ay de la liquenología, esa gran olvidada!). Tu sencilla historia de contagio no sería posible si en ti no existiesen receptores para las aves. Los frailecillos, allí donde los hay, son fáciles de ver, cosa que no se puede decir de los urogallos, pero cuanto más nos cuesta algo, más lo valoramos. ¡A por todas!