Torillo batallador: hembras dominantes
Guatlla pintada batallaire - Turnix suscitator (Barred Buttonquail)
Aunque tanto su apariencia como el nombre en catalán apuntan a alguna especie de codorniz, nada más lejos de la verdad: los torillos pertenecen al orden Charadriiformes que abarca todas las limícolas. La familia Turnicidae se compone de 18 especies repartidas por África, sur de Asia, islas del sureste asiático y Australia.
Hace como dos décadas, a efectos prácticos (todavía no es oficial), en España se extinguió un pariente del torillo batallador: el torillo andaluz, que sobrevive precariamente en Marruecos, quizás en Argelia y, más desahogadamente, en el oeste y el sur de África.
De punta de pico a punta de cola el torillo batallador mide entre 13,5 y 17,5 cm. Las hembras son más grandes que los machos y su plumaje resulta algo más llamativo, al contrario de lo que sucede con la mayoría de especies que presentan dimorfismo sexual (difrencias de aspecto entre sexos). Los ejemplares de mis fotos son ambos machos: la hembra tiene la garganta y la parte alta del pecho negra.
A esta especie le cuesta mucho decidirse a volar y casi siempre se escaquea metiendose en la vegetación densa a ras de suelo, tal cual haría un roedor.
Al torillo batallador lo encontramos desde la india hasta el este de China, muchas de las islas del sureste asiático (hasta Timor y Sulawesi), las Filipinas y sur de Japón. Es una de las especies de torillo con más amplia distribución.
Habita herbazales, pastizales, huertos, plantaciones, barbechos, semidesierto con mucho matorral, masas de bambú y límites de bosque. A menudo sobre suelo arenoso. Si bien se le ha detectado en los Himalayas hasta los 2500 m.s.n.m., habitualmente no pasa de los 300.
Su menú consiste en semillas de pasto y hierbas varias, brotes verdes e invertebrados; no hay más información al respecto.
Como el resto de torillos, el batallador es principalmente poliándrico serial lo que significa que la hembra pone huevos en los nidos de varios machos (hasta siete) y se dedica entre poco y nada al cuidado de su descendencia. Cuando hay escasez de machos, se vuelve monógama por circunstancias pero incluso entonces colabora muy poco con las tareas parentales. Ejemplos similares de esa inversión de los roles “clásicos” los tenemos en los falaropos (escuraflascons) o el chorlito carambolo (corriol pit-roig).
El nido de este torillo (similar a los de sus parientes) es una depresión en el suelo entre hierba alta y/o al amparo de un arbusto pero cerca de terreno despejado. La hembra se implica – junto con el macho – en la elección de la ubicación de cada nido. La puesta puede llegar a sumar 7 huevos pero lo habitual son 4 o 5. Dato curioso: parece que los torillos son las únicas limícolas que, con frecuencia, ponen más de cuatro huevos.
Lo normal es que solo el macho incube los huevos y críe a los polluelos. Los huevos tardan entre 12 y 15 días en eclosionar y los polluelos son extremadamente despavilados (diríase “nidífugos radicales”) pues abandonan el nido pocas horas después de salir del huevo porque ya son capaces de corretear. Las primeras plumas de las alas les empiezan a crecer al segundo día, solo necesitan ser alimentados (por el macho) durante la primera semana, al cabo de catorce ya saben volar y se independizan del todo al cabo de un mes.
En virtud de su extenso rango de distribución, su capacidad para convivir con el ser humano en entornos rurales e incluso beneficiarse de la tala, el pastoreo y la agricultura, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, en inglés) lo considera no amenazado. Es común, por ejemplo, en muchas zonas de la India. Yo lo vi en la cuneta esperando a cruzar una carretera, sin inmutarse – ni siquiera agacharse – cuando las ruedas de los camiones le pasaban a 40 cm del pico. Muy habituado hay que estar a eso para exhibir semejante confianza.