Carraca europea: radiante azul
Gaig blau – Coracias garrulus (European Roller)
Esta vez os presento una de las aves más espectaculares que podemos ver en nuestros campos. El turquesa con toques de azul cielo en las plumas corporales y el borde de ataque añil en sus alas son colores poco corrientes en la avifauna europea.
Al igual que la familia de los abejarucos, la de las carracas es africana, con uno o dos representantes en Europa y algunos más en Asia. La carraca europea es la única que se puede hallar en los países que circundan el Mediterráneo. De la península arábiga hacía el este ya tenemos a la carraca india (Coracias benghalensis), si bien el área de cría de la “nuestra” alcanza el extremo NO de China y el SO de Rusia. Aunque está ausente de Alemania, Gran Bretaña y la mayor parte de Francia, cría en Polonia, Estonia, Bielorrusia, Ucrania, Hungría, Grecia, Bulgaria, Italia (islas incluidas), Turquía, norte de Marruecos, de Argelia y Túnez. Se trata de un ave migratoria que pasa el invierno, como tantas otras, en el África subsahariana. Es propia de ecosistemas abiertos, cálidos y generalmente secarrones; dehesas, estepas arboladas, semi-desiertos arbustivos, cultivos con bosquetes y árboles dispersos, etcétera. Habitualmente cría por debajo de los 1.000 metros, pero sube hasta los 3.200 en el Kirguistán.
En Catalunya, los secanos de Lleida, al sur y al este de dicha ciudad, así como el entorno del Estany de Vilaüt (Aiguamolls de l´Empordà) son dos buenas áreas donde buscarla a partir de finales de abril y hasta mediados de agosto.
Fuera de esas dos zonas, es muy escasa aunque, durante la migración, puede aparecer en otros lugares como, por ejemplo, el Delta del Llobregat.
Se estima que, en Catalunya, dependiendo del año, crían entre 110 y 150 parejas (datos del 2002). No es una cifra que quepa celebrar ya que, en toda la península ibérica, se halla en lenta regresión debido a la intensificación agrícola que supone el tóxico uso de pesticidas y la falta de arbolado que comporta la eliminación de los márgenes. Además, su conservación durante la invernada en África es azarosa.
De punta de pico a punta de cola mide 31 o 32 cm. La hembra presenta idéntico aspecto que el macho. La carraca europea se ríe de las dietas restringidas pues consume una enorme variedad de invertebrados; libélulas, escarabajos, grillos-topo, langostas, saltamontes, cigarras, mantis, abejorros, orugas, termitas, moscas, lombrices… Además, es una experta cazadora de escolopendras y escorpiones; dos sujetos que no querrías encontrar bajo tu almohada. En mucha menor medida, depreda sobre musarañas, campañoles, lagartijas, ranas y pequeñas serpientes. También pollos de aves pequeñas y paseriformes enfermos o agotados. Cuando le da por ahí, incluso pica higos y uvas. Esa amplitud de menú indica que, si nuestra agricultura fuese más respetuosa con el medio ambiente, la carraca europea no tendría ningún problema para medrar; como sucede a menudo, hoy terminamos entonando el mea culpa.