Ánade azulón: el pato
Ànec collverd - Anas platyrhynchos (Mallard)
Cuenta la mitología que a Dios se le cayó el vaso de cerveza en un prado y, a la mañana siguiente, en el charco nadaban una pareja de ánades azulones. Es un modo bíblico de decir que esta anátida tiene los mayores márgenes de tolerancia, respecto a la calidad y la cantidad del agua, que me ha sido dado contemplar. Ríos pringosos, acequias agrícolas, estanques ortopédicos con orillas de cemento en parques urbanos… lo que sea; allí puede bajar el azulón, ante el abochornado asombro de los otros patos, que no se posan en cualquier sitio. Por ello lo encontraréis, como quien dice, hasta en la sopa, no en vano es una de las primeras aves que suelen conocer quienes empiezan a interesarse en la ornitología, si es que no la conocen ya de antes.
El ánade azulón es propio de los climas templados y boreales del hemisferio norte (Eurasia y Norteamérica), aunque en las latitudes altas solo aparece como especie estival. Algunos contingentes vuelan hasta el sur de E.E.U.U., Asia tropical y el N.E. de África para pasar el invierno. Pero ha sido introducido en tantos otros lugares (Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica…) que se le puede encontrar un poco por todas partes.
En Catalunya es entre común e inevitable. Cualquiera de los humedales de nuestro país será un lugar casi seguro para observar esta especie. En Barcelona, sin ir más lejos, cría en el Parc de la Ciutadella.
Se puede decir que, ánsares y cisnes aparte, el macho de ánade azulón es el mayor de nuestros patos; los ejemplares más grandes alcanzan los 70 cm de punta de pico a punta de cola, sacándole 4 cm a los mayores tarros blancos (Tadorna tadorna). Las hembras son de talla algo menor (hasta 60 cm) y su bonito – aunque críptico – plumaje, entreverado de marrón, anaranjado y pardo, varía muy poco a lo largo del año, igual que sucede con el sector femenino de muchas otras anátidas (cercetas, cucharas, porrones…) Véase la señora en la foto de cabecera. Los machos, desde primeros de octubre hasta mayo, lucen el plumaje nupcial que se muestra en la foto de abajo. Pero, tras la estación reproductiva, pierden sus galas y acaban pareciéndose a las hembras, aunque con el pico verde-amarillento, no naranja y negro.
Sus ecosistemas preferentes son los humedales con vegetación en las orillas, tanto de agua dulce como salada.
En invierno también se le puede ver en playas, rías y bahías como las del Fangar y los Alfaques (Delta de l´Ebre). Las hembras necesitan vegetación alta cerca del agua donde ocultar el nido. Una curiosa costumbre que se ha documentado en esta especie es la de poner huevos en nidos de otras hembras; un buen método para que el patrimonio genético de la pareja amplíe sus posibilidades de supervivencia. Tened en cuenta que los patitos de azulón, aunque criados al por mayor (una sola hembra puede poner hasta 18 huevos), son un bocado fácil para muchos depredadores, desde gatos a lucios pasando por gaviotas, zorros e incluso garzas reales.
La promiscuidad de los machos azulones es proverbial; se cruzan con ocas domésticas, ánsares, patos criollos y no se sospecha de los dromedarios porque son de secano, aunque a saber lo que sucede en los oasis… Así que los ánades azulones se ríen de la decencia y, lo que es evolutivamente peor, de la eficacia reproductiva, desviación que comparten con otros patos, como los porrones, que también son de cuidado… Por suerte, como ese vicio es puntual, no sistemático, parece que carece de efecto en sus poblaciones salvajes.