Chingolo de la ciénaga: desconocido y en peligro
Torreornis inexpectata (Zapata Sparrow)
Los chingolos son gorriones del nuevo mundo – por decirlo de algún modo – y pertenecen a la familia Passerellidae, que cuenta con 131 especies distribuidas a lo largo y ancho de las Américas, desde Alaska a Tierra del Fuego. El Chingolo de la ciénaga es un endemismo cubano, muy escaso. Y aislado en tres núcleos separados entre sí. Como la especie se descubrió en la Ciénaga de Zapata, de ahí derivan los nombres comunes en castellano e inglés. También se encuentra en la provincia de Guantánamo y en los Cayos Coco y Romano. Cada ubicación tiene su subespecie. La de la foto es la T. i. varonai, propia de ambos Cayos. Cuando estuve en Cuba (diciembre 2009) tuve la fortuna de conocer a Pedro Regalado, un ornitólogo local de alto nivel que fue quien, en 1981, describió esa subespecie.
Se estima que no hay más de 2500 chingolos de la ciénaga ni menos de 1000 (datos del 2015). Por eso, la IUCN lo ha clasificado como “En peligro”. Bastaría con que un huracán de los que cría el cambio climático arrasase los Cayos para que su población se redujese a casi la mitad en apenas dos días.
Tembloroso, pero sacando pecho, el Chingolo de la ciénaga se ríe del futuro, que se presenta inseguro en una isla tan frágil en cuanto a políticas de conservación respecta.
De punta de pico a punta de cola mide 16,5 cm. Machos y hembras presentan el mismo aspecto.
Las tres subespecies viven en ecosistemas distintos: la T. i. inexpectata habita en la Ciénaga de Zapata, allí donde medran los pequeños árboles del género Myrica, en terreno estacionalmente inundado. La T. i. sigmani se adaptó a las zonas más áridas, en el extremo oriental de la isla, dominadas por matorrales costeros espinosos, bosques secos y cactus. Y la T. i. varonai ocupa el bosque abierto semi-caducifolio sobre suelo calizo de los los Cayos. Aunque su dieta también muestra variaciones entre subespecies y según la época del año, para simplificar digamos que recurre a los invertebrados, semillas, bayas y frutas.
Todavía hoy (2021) es demasiado escasa la información disponible sobre su ciclo vital, comportamiento, biología reproductiva, longevidad y otros factores, especialmente en lo que respecta a las poblaciones menos conocidas: varonai y sigmani.
Podréis comprender la alegría que supone observar y retratar este ave, más aun porque nos fueron necesarios siete intentos, a lo largo de tres días, con esperas de entre 20 minutos y hora y media, en un enclave concreto, hasta lograrlo.