Sensaciones en el Delta del Llobregat
Una mañana de San Juan en los Espais Naturals del Delta (Cal Tet), 24 de junio 2016
Ya sé que no es normal ir al Delta del Llobregat el día de Sant Joan. Pero por experiencia os puedo decir que ir al revés del mundo a veces tiene sus ventajas, en este caso caminar por Cal Tet casi sin presencia humana. Nada más comenzar me recibe en el río un cistícola buitrón con buena pose y en el canyissar al lado de la Bassa de Can Bitxot un carricero tordal entona su estridente canto y también se deja fotografiar. Recuerdo que en mi primer encuentro con él lo confundí con una rana, haciendo gala de mi ignorancia. Espero que me haya perdonado.
Son muchas las veces en que ves aves de forma inesperada porque haces una parada en el camino y de repente sale volando el ave en cuestión, en este caso una garcilla cangrejera. Alegra ver un ave a menudo tan esquiva. Mi siguiente visión será una novedad para mi: un adulto de somormujo lavanco con su cría, realizando su aseo corporal matutino. Gracioso observar al retoño imitando a su progenitor.
No siempre hay suerte de ver a un pico de coral pero observar a una bandada numerosa es de agradecer y más si de postre uno se cuelga de una rama delante de tus narices como desafiándote. Pues nada, ante tal osadía a disparar sin parar, ¡con la cámara! A continuación aparece en escena un joven de pájaro-moscón europeo despistado y confiado recorriendo una espadaña de arriba a abajo.
Mientras camino oigo un petardo lejano y me viene a la mente el recuerdo de niño de levantarme el día de Sant Joan bien temprano y recorrer los restos de todas las hogueras buscando los petardos que no han explotado la noche anterior. ¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Estos fueron mis principios como explorador. La versión moderna es ir a ver a las aves que han sobrevivido a la verbena.
Me encuentro el observatorio del Sabogal bastante desierto: una garza imperial de paseo y un chorlitejo chico solitario. Como suele pasar, el grueso de la expedición está en el observatorio de Cal Tet. Allí veré ánsar común en abundancia, cigüeñuela común, pato colorado, porrón europeo, garceta común… y poco más.
La siguiente parada es el río enfrente de la illa del Molí de Ca l’Arana, observando varias gaviotas de Audouin y alguna cría. Un último esfuerzo hasta el mirador de la desembocadura, ya que hoy hace calor aunque es soportable. Un avetorillo común sale volando sin despedirse y un alcaraván común me dice hola y adiós. No sé qué clase de educación tienen estos bichos. Bromas aparte, les agradezco que hagan acto de presencia. Ya como colofón final observaré con los prismáticos a un ave mediana posada en un islote en una charca lejana, así que planto el telescopio, localizo, enfoco y me aparece en escena una canastera común.
¿Puede haber mejor final? seguro que sí, pero con este ya me conformo.
Un artículo entrañable, José Luis. Y tienes razón en que “ir al revés del mundo a veces tiene sus ventajas”. Varias de las aves que citas son de las que no se ven más que una vez de cada tres, así que resultó todo un acierto ese paseo post-verbena.