Picovaina de las Malvinas: gustos poco refinados
Chionis albus (Snowy Seathbill)
La singular familia Chionidae se incluye en el orden Charadriiformes, así que no es una paloma si no un tipo muy extraño de limícola. Dos son las especies que constituyen la familia Chionidae; el picovaina de las Kerguelen, que solo vive en un arco de islas subántárticas difíciles de visitar; las Crozet, las Prince Edward, las Kerguelen… Y su pariente, el que hoy nos ocupa, fácil de ver en la costa argentina desde Mar de Plata hasta Tierra del Fuego e Islas Malvinas, al menos durante el invierno austral, entre octubre y abril. En verano vuela atravesando los 1000 km de bravo océano que media entre el extremo sur de la Patagonia y la península Antártica; allí cría, así como en varias islas; las South Shetland, las Elephant, las South Orkney y las South Georgia.
De punta de pico a punta de cola mide entre 34 y 41 cm. Aunque las hembras, en promedio, son algo menores que los machos, ambos sexos presentan el mismo aspecto y no muestran cambios significativos de plumaje a lo largo del año.
Si bien su censo difícilmente será exhaustivo, se calcula que existen alrededor de 10.000 parejas.
En la dieta encontraremos las mayores sorpresas que brinda esta especie; que pique algas y crustáceos es normal, dado que vive en primera línea de mar. Pero también roba presas (calamares, peces, krill…) regurgitadas por pingüinos y cormoranes sobre cuyos huevos y polluelos depreda. Superando en mucho lo que a nosotr@s nos da asco, se despacha a gusto con la basura humana, la carroña (cetáceos, cadáveres de pinnípedos neonatos…), excrementos de leones marinos, placenta de foca e incluso la leche de estos mamíferos, a poco que pueda pillarla. Por todo ello es evidente que el picovaina de las Malvinas se ríe de los escrúpulos; si no es una piedra, es comida.
