Trepatroncos festoneado: ¡cola-bastón!
grimpa-soques fistonat - Lepidocolaptes falcinellus (Scalloped Woodcreeper)
La familia de los furnáridos (Furnariidae) cuenta con 307 especies (70 géneros) distribuidas por Centro y Sudamérica. Es otro gran grupo de paseriformes que resulta desconocido en el Viejo Mundo ya que no aparecen allí ni por accidente. La mayoria de furnáridos son sedentarios o nomadean en busca de invertebrados por el interior de las selvas, las pampas y los bosques; a diferencia de lo que sucede, años tras año, con las gaviotas y los limícolas, difícilmente una tormenta los traerá hasta Europa. Dentro de los furnáridos hay al menos 15 géneros de los llamados trepatroncos: son los hermanos mayores de de nuestros agateadores, aunque no están emparentados con ellos y si en algo se parecen se debe a la convergencia evolutiva: mismos modos de vida = mismas soluciones biofísicas = aspecto similar. Sucede también, por ejemplo, entre los álcidos y los pingüinos, que son muy similares pero tampoco están emparentados.
El trepatroncos festoneado es uno los once trepatroncos del género Lepidocolaptes. Su tamaño (entre 17 y 20 cm de punta de pico a punta de cola) es habitual entre sus colegas de género. El dimorfismo sexual (diferencias visibles en el campo entre machos y hembras) brilla por su ausencia, rasgo común a todos los furnáridos; si hay alguna excepción, la desconozco.
Esta es un ave propia de la “mata atlántica”, ecosistema forestal amenazado que se da en el sur de Brasil y que tiene una extraordinaria riqueza de endemismos. En menor medida frecuenta bosques de araucarias y, en el oeste de su rango, selvas algo menos húmedas. Su población se extiende a la provincia de Misiones (Argentina), la frontera NE de Uruguay y el sur de Paraguay.
Como en el resto de trepatroncos, las plumas de la cola del festoneado tienen la punta pelada y curvada (esto no se aprecia en estas fotos). Ese detalle crea una especie de ganchos que, unidos a la especial rigidez del raquis, le sirven de punto de apoyo, un recurso útil para las aves que pasan mucho tiempo en la misma posición vertical que los pícidos (carpinteros) y agateadores. Pero, así como los picapinos buscan parte de su comida perforando la madera e incluso excavan en ella sus nidos, los trepatroncos se limitan a urgar entre los musgos, plantas parásitas (epífitas, bromelias…) y grietas de la corteza de los árboles en busca de los invertebrados que componen su dieta: básicamente insectos – sobre todo polillas – pero, en menor medida, arañas y otros artrópodos, larvas, etc… La materia vegetal no la consideran comida pero con ella montan un nido dentro de huecos y grietas de árboles.
En los hábitats idóneos se le considera moderadamente común y no más amenazado que su bosque preferido – ya mentado – la llamada “mata atlántica”, ecosistema hoy reducido a parches dispersos entre plantaciones y que, al menos, resiste en numerosas áreas mejor o peor protegidas. Tolera mal los entornos alterados por el hombre y necesita árboles maduros, aunque no sea exactamente bosque primario.
La foto de cabecera, donde se le ve buscándose el desayuno en una masa de musgo, la hice en la Estrada do Corvo, un sendero montano al norte de Cuiritiva (estado de Paraná). La foto de abajo la capté en la Estrada do Rio Julio (estado de Santa Catalina). En portugués “estrada” significa carretera y las que son conocidas como puntos de interés ornitológico suelen ser pistas forestales de tierra. El límite de bosque creado por las pistas es visitado por gran variedad de aves y, además, permite verlas mejor que cuando están en el interior de la selva.