Abanto marino antártico: ha nacido un monstruo
Petrell gegant antàrtic - Macronectes giganteus (Southern Giant-Petrel)

Sucede en ocasiones que a la familia le nace un monstruo. En el caso de los petreles y pardelas (Procellariidae) tenemos dos: el abanto marino antártico y el abanto marino subantártico. Ambos son muy similares y divagan por los mares del sur aunque el antártico llega a las costas de la Antártida y el otro solo hasta el extremo septentrional de su península. De punta de pico a punta de cola alcanza los 100 cm y los más grandes tienen una envergadura alar de 210 cm. Los ejemplares más pequeños, con solo 150 cm ya superan en 10 la envergadura alar del segundo procellariforme más grande, el petrel de Westland (Procellaria westlandica). Nuestra pardela cenicienta (baldriga cendrosa) alcanza los 135 cm.

Los machos del abanto marino antártico son entre un 5% y un 15% más grandes que las hembras y llegan a pesar un 40% más. Fuera de eso, no presenta dimorfismo sexual (ambos sexos tienen el mismo aspecto). Se reproduce en islas que están por debajo del paralelo 40º sur, con la excepción de Tristan da Cunha y Gough, que quedan algo por encima. Y también en unos pocos puntos de las costas antárticas.

El plumaje del abanto marino antártico es muy variable y va desde el marrón oscuro del juvenil (foto de cabecera) al blanco puro con pequeñas pintitas que presenta un 15% de los ejemplares adultos. Estos petreles tardan más de diez años en alcanzar su plumaje definitivo. La mayoría son entre grises y pardos, como el que muestro en la siguiente imagen:

 

Y, en efecto, el rojo de la cabeza es sangre, no el color del plumaje. Hablamos del ave pelágica más parecida a un gran depredador. Mata, a golpe de pico o ahogándolos, pardelas, cormoranes, grandes gaviotas e incluso albatros inmaduros. Afortunadamente, prefiere la carroña y mientras disponga de ésta no se cansará matando nada. También lo he visto perseguir a un albatros ojeroso (Thalassarche melanophris) hasta que vomita el contenido de su estómago para terminar con el acoso:

 

Abanto marino antártico joven persiguiendo a albatros ojeroso hasta que vomita (Isla Pingüino-Puerto Deseado-Patagonia argentina 25-10-2006). Foto de Salva Solé.

 

De hecho, en el ámbito litoral, desarrolla las funciones del buitre pues siempre anda buscando carcasas de leones marinos y similares (pinnipedos), cetáceos y pingüinos. Incluso limpia las playas de cadáveres de focas recién nacidas, muertas o agonizantes, abandonadas por su madre. En alguna ocasión, las remata él mismo.

 

Abanto marino antártico carroñeando el cadáver de una cría de foca recién nacida (Península Valdés – Patagonia argentina 19-10-2006). Foto de Salva Solé.

 

Si los piratas tuviesen nociones de biología marina, usarían este ave como emblema para sus banderas.

Debemos asumir que la naturaleza no es el idilio que la ignorancia urbanita prefiere pintar: el equilibrio natural exige la muerte de forma rutinaria y expeditiva, sin consideraciones hacia nuestra ética y, al mismo tiempo, sin maldad alguna. Ética y maldad existen en la naturaleza porque nosotros las hemos inventado pero, que se sepa, por ahora somos los únicos animales que practicamos tan recientes creaciones. Si el ecosistema está libre de las enfermedades que la especie humana le causa, la depredación cumple con la función de controlar y mejorar las poblaciones, consiguiendo que la evolución siga su curso y el equilibrio se mantenga. Por eso, alrededor de una colonia de cinco mil pingüinos encontrarás unos pocos abantos marinos: los depredadores siempre son muchos menos que sus presas ya que, de otro modo, terminarían con el alimento y morirían de hambre. Además, al preferir los animales muertos a los vivos (que dan más faena y son capaces de defenderse) hacen una labor higiénica que redunda en beneficio de la colonia.

El abanto marino antártico es una especie fácil de ver en tierra a lo largo de las costas de la Patagonia argentina, concretamente rondando las colonias de leones marinos, elefantes marinos y pingüiños, así como en puertos pesqueros. Península Valdés y Puerto Deseado son dos lugares muy recomendables. Y no solo por los abantos.

Su estatus de conservación es incierto porque resulta extremadamente difícil censar un bicho que vive en mares e islas tan remotos y con tan crudas condiciones climáticas. Se calcula que su población mundial puede estar entre las 30.500 y las 100.000 parejas. Los datos a los que he tenido acceso son antiguos (1999-2002); aunque se constató un aumento en las islas Prince Edwards, Possession y Crozet, se sospecha que en los últimos 60 años, y a nivel global, ha declinado un 20%. Su supervivencia parece estar ligada a la supervivencia de las colonias de focas y pingüinos que constituyen su principales “supermercados de cadáveres”.

Birds of the World

Salvador Solé

Ornitólogo, fotógrafo, viajero y articulista. Socio de SEO/BirdLife desde 2002, colabora con el Grupo Local SEO Barcelona desde su fundación en 2010 y desde el mismo imparte cursos y charlas, también es guía de excursiones ornitológicas divulgativas.

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