PASEOS POR ÁFRICA – TANZANIA

CAPÍTULO II – TANZANIA

¡Y tanto que volví! Al año siguiente el destino fue Tanzania; yo esperaba que no fuese un lugar tan “turístico” y acerté. Hasta el año 1985 había estado gobernando Julius Nyerere, uno de los ideólogos del llamado marxismo africano. Los lodges eran escasísimos en el Serengeti y además muy sencillos. La luz de la habitación apenas daba para encender una bombilla y a las diez se apagaba; yo en esa época hacía videos y para cargar las baterías tenía que dar propina a algún camarero para que las enchufara en la cocina.

Por temas presupuestarios y de tiempo, solo visité el norte del país, empezando por el Lago Manyara que es famoso por los leones que viven en los alrededores y que se suben a los árboles huyendo de la mosca Tsé-tsé.

León. Fotografía Javier Ruiz
León. Fotografía Javier Ruiz

El lago estaba poblado por multitud de aves: pelícanos, flamencos, tántalos, gansos del Nilo, suirís cariblancos, varios pigargos vocingleros y sobre todo llamó mi atención una de las aves más raras que he visto: El ave martillo (Scopus umbretta), que construye los nidos de mayor tamaño entre las especies de aves actuales, pueden llegar a los 2 metros de diámetro y pesar 50 kilogramos. Consiste en una estructura abovedada con una cámara hueca que comunica al exterior a través de un túnel de hasta 60 centímetros de longitud.

Desde aquí nos acercamos al lago Natron,  lugar algo fantasmagórico pues sus aguas están teñidas de rojo por la proliferación de algas. Además hay una gran cantidad sales minerales, que hacen que sea un lugar poco apto para la vida, solo una especie de pez (Alcolapia alcalica) y centenares de miles de flamencos enanos lo habitan.

Y después ¡el Serengeti! Por fin iba a conocer unos de mis lugares míticos.

Los inmensos mares de hierba (su olor lo invadía todo) salpicados por las acacias, constituían un paisaje no por conocido menos deseado. Miles de animales pastaban tranquilamente en esa sabana, cebras, antílopes, gacelas, ñus… aunque la continua presencia de depredadores interrumpía de vez en cuando esta situación.

Impala. Fotografía Javier Ruiz
Impala. Fotografía Javier Ruiz

Al cabo de unos días recorriendo el parque, aparecieron en el lodge una pareja de ingleses, que parecían sacados de la época colonial, para hacernos una propuesta: ¿Queréis hacer un safari en globo? Acababan de llegar de Inglaterra, estaban iniciando el negocio y el precio era baratísimo. Al final vencí mis miedos y me atreví.

La experiencia fue impresionante e inolvidable. El vuelo duro más de dos horas, allí abajo manadas de animales huían despavoridos pues los quemadores del globo hacen un ruido ensordecedor. Cuando llegamos a la altura prevista los apagaron y entonces se pudo disfrutar aún más del espectáculo. Un águila cafre volaba por debajo de nosotros y la pude filmar mientras atravesaba la sombra que el globo proyectaba sobre la tierra. ¡Qué bonito! He vuelto a ver el video y, el tiempo no perdona, se han difuminado los colores y las imágenes están muy deterioradas.

Sabana. Fotografía Javier Ruiz
Sabana. Fotografía Javier Ruiz

De camino al Ngorongoro decidimos acercarnos a la garganta de Olduvai para ver la tierra de nuestros ancestros. Nuestro guía–conductor, un experto mecánico de Mitsubishi, metió la pata (o mejor dicho la rueda) en una trampa de arena y ahí nos quedamos. Menos mal que yo tenía experiencia en este tipo de problemas (el Trabucador enseña muchas cosas) y sabía cómo resolverlo. Retiramos toneladas de arena, empujamos el trasto y, por fin, salió. Mientras descansábamos del titánico esfuerzo realizado, en unas zarzas que había muy cerca, un precioso barbudo cabecirrojo nos miraba asombrado.

El cráter de Ngorongoro se formó cuando un volcán gigantesco explotó y colapsó hace dos o tres millones de años. La caldera es un enorme cuenco con paredes de más de 600 metros de altura, cubiertas de bosques, más un suelo llano y fértil de unos 260 km2 de extensión. Este particular mundo natural se organiza en varios ecosistemas –bosques, sabanas, lagos, pantanos y charcas saladas, tierras áridas…–, encajados en un área que no supera los 20 km de diámetro.

En estos 260 km2 (2,6 veces la superficie de la ciudad de Barcelona) viven más de 25.000 grandes mamíferos y más de 600 especies de aves. En este auténtico Arca de Noé pude ver al cada vez más escaso rinoceronte negro.

Leopardo. Fotografía Javier Ruiz
Leopardo. Fotografía Javier Ruiz

Acercarse al lago Magadi para observar el desfile constante de animales que van a beber de sus aguas, desde cebras a leones, con un impresionante telón de fondo rosado proporcionado por miles de flamencos, es fascinante.

Hipopótamo. Fotografía Javier Ruiz
Hipopótamo. Fotografía Javier Ruiz

Bajo un pequeño bosquecillo de acacias se reúnen a la hora de comer todos los 4×4 que están en el interior del parque; el consejo de los conductores es que el picnic se coma en el interior de los vehículos. Volando en círculos sobre esas acacias decenas de milanos negros esperan que algún turista despistado les proporciones una suculenta pieza en forma de bocata.

Después de comer salí a estirar las piernas, me dijeron que no era peligroso, había una charca y decidí darle un rodeo. Eso mismo debió pensar un enorme búfalo africano que apareció de repente. Me paré y estuve pensando qué hacer: seguir o darme la vuelta disimuladamente. Esta fue la opción elegida, mis nulos conocimientos de la tauromaquia me aconsejaron prudencia.

Y aquí acaba el paseo por Tanzania. El Serengueti y el Ngorongoro  ya se habían materializado, pero el deseo de regresar a África apareció en el mismo momento en que el avión inició el despegue.

Javier Ruiz

Ornitólogo, fotógrafo, y viajero. Socio de SEO desde hace más de 25 años y colaborador del Grupo Local SEO Barcelona desde su fundación en 2010.

Un comentario en «PASEOS POR ÁFRICA – TANZANIA»

  • el 5 junio 2020 a las 13:53
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    Felicidades Javier, me ha gustado mucho tu relato

Los comentarios están cerrados.

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