escuchando a las aves en el Maestrazgo
Dicen que El Maestrazgo es el paraíso del silencio, y lo será para quién no quiera escuchar desde el amanecer el canto de las aves. Como en ningún otro lugar de la península, aún en el mismo pueblo de Villarluengo se escuchan las chovas piquirrojas, el alcaudón común, que junto a abejarucos, aviones roqueros, pico picapinos, mosquitero papialbo, oropéndolas o roqueros solitario organizan la algarabía mientras corren que se las pela por los caminos aláudidos que me parecen la ricotí en “amarillito” ¿alondras,terreras?. La zona es una Zona de especial protección para las aves (ZEPA). Más allá de los cantos sobrevuela el pueblo el águila real, el buitre leonado, mientras se suceden el halcón peregrino, el cernícalo o el alimoche.
El enclave de Villarluengo se alza sobre cortados verticales en sus espectaculares 1.200 metros de altitud. En el mismo pueblo y a su pie se puede disfrutar de cuatro habitats bien diferenciados: bosque de ribera, huertas, roquedos con sus grandes paredones y prados alpinos. Aquí la Primavera llega tarde lo que nos permite aún en el mes de julio llegar a ver “el baile de los pajaritos” pollos volantones de collalba rubia o gris, mosquiteros, alcaudones con su remeneo de cola, tarabillas o picapinos que esturrufan las plumas y aletean pidiendo comida entre los escaramujos o los muros de piedra seca. Un hermoso espectáculo.
Entre pájaro y pájaro asoman cuernos de cabra montés por los bancales, se oyen sus resoplidos y los golpes de los topetazos con los cuernos, día tras día tanto por la mañana como por la noche allí estaban junto a un zorro que salía zumbando cuando me olía. Me ha asombrado la cantidad de mariposas, macaones, chupaleches, libélulas y saltamontes, en especial en los prados alpino; una de las causas de la abundancia de tantos pajaritos grandes y pequeños.
La escasa densidad de población humana en el Maestrazgo la agradece la fauna, la biodiversidad del lugar es asombrosa, no había visto nunca semejante variedad de animales y plantas en un mismo lugar.
Tampoco podemos olvidar, por muy ornitológico que sea un viaje, la gastronomía de la zona, su arquitectura popular o el trato afable de los vecinos que se convierten parea el visitante en los mejores guías turísticos, sólo puedo deciros que debéis ir y comprobarlo por vosotros mismos.
En estos viajes siempre queda la sensación impotencia al no saber más para poder identificar las muchas aves e insectos que no puedes llegar a reconocer: al roquero rojo lo buscaba en los roqueros y resulta que le gustan los tejados de las masadas. ¡Hay que estudiar más para luego volver!
Nota: si tenéis interés en conocer el Maestrazgo, podéis escribirme al correo y con mucho gusto os daré información sobre rutas y contactos que he hecho en la zona. Ni que decir tiene que he barrido para casa publicitando que mi viaje era para ver pajaritos, los vecinos se pusieron de acuerdo conmigo: son bonitos y beneficiosos. Teruel existe y os espera.
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