Verdugo flautista: pajarraco de dos vocaciones
Carnisser flautista - Gymnorhina tibicen (Australian Magpie)
Verdugo y flautista: dos vocaciones en absoluto incompatibles. Nombre (en castellano y catalán) un tanto surrealista pero que designa una especie realmente singular.
Este pajarraco – un paseriforme, como habrás adivinado – con sus entre 37 y 43 cm de punta de pico a punta de cola, no tiene parentesco con los córvidos, aunque se parezca. Pertenece a la familia Artamidae – 24 especies (5 géneros) – que se extiende desde la India hasta Tasmania pasando por el sureste asiático. Aunque dentro de ella hay otras 10 especies que se le asemejan bastante, el verdugo flautista es el único representante del género Gymnorhina. En cuanto a su aspecto, solo cambia la cantidad de negro que hay en la base de la espalda: véase la foto de cabecera y la de abajo. Es un detalle que puede diferenciar a los sexos pero como se le reconocen nueve subespecies, muchas de ellas dan lugar a ejemplares y poblaciones híbridas, de manera que resultará práctico, a nivel de aficionad@, considerar que carece de dimorfismo sexual fiable.
Sociable, inteligente, oportunista y gamberro, no solo parece un córvido: también se comporta como tal. Nos hallamos ante un sorprendente ejemplo de evolución convergente, de esos que surgen cuando alguna especie de tamaño similar aprovecha de forma parecida el mismo tipo de ecosistemas.
El verdugo flautista se distribuye entre el extremo sur de de Papua Nueva Guinea, casi toda Australia y algunas islas periféricas incluida Tasmania. Ha sido introducido accidentalmente en Nueva Zelanda. Habita espacios abiertos con suelo pelado o con cobertura vegetal rala, como los pastos. Eso incluye bosques abiertos de eucaliptos, terreno agrícola, parques urbanos y jardines grandes. Necesita árboles de buena talla para criar así que no es un ave del desierto, aunque tampoco se le suele ver en bosques densos.
No hace mucho, un equipo de estudio colocó emisores GPS en la espalda de los componentes de un bando de estas aves y lo primero que hicieron fue arrancarse unas a otras ese molesto cacharro. Fin del experimento.
Su alimentación se basa en los invertebrados rastreros (exceptuando, por tóxic@s, a ciert@s polític@s). Pero tampoco le hacen ascos a ranas, lagartijas, roedores, pollos y adultos de pequeños paseriformes. Al igual que el mirlo común (merla comuna) y el vuelvepiedras común (remena-rocs comú) levanta hojas, guijarros y plásticos para buscar los bichos que hay debajo. También caza de oído, localizando los insectos (por ejemplo, escarabajos) que se mueven a pocos centímetros por debajo de la superficie del suelo. Las presas pequeñas se las zampa rápido pero las grandes las golpea y sacude para matarlas. Puede sujetarlas con los pies – al estilo de las rapaces – para desgarrarlas con el pico. Además, se le ha visto almacenar comida, como hace el arrendajo aurasiático (gaig eurasiàtic) y las ardillas.
Aunque puede escasear en algunos lugares, al verdugo flautista se le considera generalmente común e incluso abundante, así que no está amenazado. La deforestación, cuando no es absoluta, le proporciona terreno apto para colonizar. Se ha adaptado a vivir junto al ser humano y aunque ello implica una serie de desventajas (atropellos, choques contra cristaleras, gatos, etc…) mayores son las ventajas: si no fuese así, no se nos arrimaría. De hecho, mucha gente le da de comer en su jardín.
