Carricerín común: el reto
Boscarla del joncs - Acrocephalus schoenobaenus (Sedge Warbler)
Cuando empiezas a observar de aves, especies como esta tienden a desanimarte porque además de parecerse mucho a otras, son escondedizas y escasas, de manera que pasan años sin que tengas la oportunidad de ver bien un solo ejemplar. Quienes se hayan apasionado con el asunto, las asumirán como un reto, las estudiarán y las buscarán. Quienes prefieran bichos del tamaño de una paloma para arriba, optarán por ignorarlas. Lo bueno de la afición ornitológica es que nadie te obliga a vivirla de determinada manera y puedes llegar hasta donde quieras o quedarte justo dónde te apetezca, progresar a cualquier velocidad o no progresar y, aun así, disfrutar sin perjudicar a nadie. Lógicamente, se empieza por lo más fácil y frecuente, pero pasa a menudo que, conforme vas dominando la identificación de las especies comunes, te empiezas a interesar por las que lo son menos y allí nos están esperando más de un tercio de las limícolas, no pocas rapaces, aves marinas, juveniles de gaviotas y los que yo llamo “paseriformes problemáticos”, de los cuales el carricerín común es un ejemplo típico, que se ríe de nuestras limitaciones. Pero, obviamente, cuanto más a menudo salgas a bus-carlo, en la época y los lugares oportunos, más probabilidades tendrás de dar con él y aprender a identificarlo.
No es una rareza porque, de momento, cada año pasa en ambas migraciones por nuestros principales humedales: la foto de cabecera la hice un 14 de abril en Aiguamolls de l’Empordà y la de abajo un 6 de octubre en el Delta del Llobregat. Desde que empecé a pajarear (1997) y hasta 2022, solo lo he visto seis veces en Catalunya, pero es más abundante de lo que aparenta: lo que pasa es que suele andar metido entre el carrizo, donde cuesta de ver. Por si fuera poco, puede confundirse con el carricerín real (Boscarla mostatxuda) que, aun siendo residente, resulta igualmente escaso y ocupa el mismo ecosistema.
Si bien en Catalunya lo vemos casi siempre en carrizales, no está excesivamente ligado a estos y le sirve cualquier vegetación baja de orilla, evitando los árboles, los grandes arbustos y las zonas peladas. Márgenes de canales, marismas, lagunas, ríos… pero también, en ocasiones, cría hasta a medio kilómetro de distancia del agua más próxima en huertos, barbechos, setos, campos de ortigas y matorral.
Como hablamos de un insectívoro, su dieta está dominada por los invertebrados, de los cuales consume una gran variedad, desde arañas a polillas y desde mosquitos a gusanos. Cuando la chicha va escasa, como tantos otros “carnívoros” se resigna a rellenar los huecos del estómago con semillas y otra materia vegetal que, en su menú, nunca supera la categoría de guarnición.
En la península ibérica cría de forma muy escasa y fortuita, con algunas citas en el litoral cantábrico. Por ello es realista afirmar que solo se ve entre finales de febrero y hasta primeros de mayo (paso prenupcial) y entre finales de julio y primeros de noviembre en el paso postnupcial. España constituye una zona de tránsito importante para los reproductores europeos así que, si lo vemos poco, no será porque resulte escaso si no porque los paseriformes del género Acrocephalus son bastante duros de ver cuando están en migración. La cosa cambia en el momento en que los machos buscan territorios y los defienden cantando tanto para atraer pareja como para mantener alejados al resto de competidores. Entonces es mucho más fácil de observar, tal como sucede con el carricero común (Boscarla de canyar) y el carricero tordal (Balquer), que sí que crían en nuestros carrizales. Cuando pasé dos días de mayo en Hortobágy – un gran humedal húngaro – pude ver al menos diez carricerines comunes, algunos subiendo a cantar en lo alto de las cañas.
Su distribución mundial se compone de dos grandes regiones: la zona de cría abarca desde la mitad NO de Francia, Reino Unido, Irlanda y Escandinavia hasta en centro de Rusia y este de Kazajistán. En el entorno mediterráneo solo se reproduce desde Grecia hacia el este. Ocupa tanto la taiga como la tundra siempre que encuentre la cobertura vegetal idónea y suficiente disponibilidad de agua.
Su zona de invernada consiste en la mayor parte del África subsahariana, con la excepción de la punta SO, que implica la mitad de Botswana y de Sudáfrica, así como la mayor parte de Namibia. Su presencia también está limitada en Somalia y Etiopía.
No se le considera globalmente amenazado (preocupación menor). La población ruso/europea se calcula en entre 4.4 y 7.4 millones de parejas, lo que vendría a ser algo más de la mitad de sus efectivos totales. Las mayores concentraciones se dan en el norte y noreste de Europa con poblaciones que exceden de las 2000 parejas en 50 km cuadrados como sucede en Rusia, Finlandia y los estados bálticos. Pero las sequías africanas parecen afectar a su número, sobre todo en el oeste de Europa, aunque seguro que concurren más factores.
Las aves de la A a la Z SEO Birdlife
Servidor d’Informació Ornitològica de Catalunya
Birds of the World