Crónica de una ruta por el Bajo Aragón

Después de 3 días de correteo por las comarcas del Campo de Belchite y el Bajo Martín, en tierras de Zaragoza y Teruel, podemos asegurar que la experiencia ha sido tan positiva que sin duda volveremos a recorrer sus caminos y a visitar a los amigos que hemos dejado allí, en cuanto el calendario nos dé una oportunidad.
Antes de nada nuestro más sincero agradecimiento a Fernando y Eugenio por enseñarnos la reserva del Planerón (y el canto de la alondra ricotí), y guiarnos hasta la salada de Mediana, donde descubrimos a las gangas ibéricas, y especialmente a Ricardo Rodríguez (www.karalom.com) que nos guió por la comarca del Bajo Martín para descubrirnos zonas de interés natural y paisajístico como Cueva Negra, la Sima de San Pedro, el embalse de la Cova Foradada o las estepas de Albalate, además de acercarnos los productos de la tierra que nos permitieron conocer de primera mano a las gentes de la comarca, y de paso llevarnos a casa un buen muestrario de alimentos de primera.
El sábado 28 salimos desde Barcelona dirección Belchite, y la primera parada la hicimos en la laguna de Candasnos, donde nos detuvimos un par de horas fascinados por la variedad de especies que la habitan. Fumareles, canasteras, tarabillas norteñas…
 
Más tarde pasamos por las lagunas saladas de Sástago-Bujaraloz, donde además del paisaje lunar con algunas collalbas rubias y grajillas descubrimos la curiosa biología del pequeño artrópodo Artemia salina en una balsa de agua salada.
La tercera parada del día nos llevó hasta el Monasterio de Rueda, donde observamos una de las norias más grandes de Europa, y de paso recibimos la visita del águila culebrera mientras dábamos cuenta del bocata.

Siguiendo nuestra ruta hacia Belchite hicimos un alto en la laguna de Almochuel, donde nos sorprendió la enorme variedad de limícolas (archibebe claro, común y oscuro, avoceta, correlimos común, tridáctilo, chorlitejo grande y patinegro…) que hizo las delicias del personal hasta que la lluvia torrencial nos obligó a seguir camino hacia nuestro destino, donde aprovechamos las últimas horas de luz para visitar el pueblo viejo de Belchite, y avistar al roquero solitario cebando a sus pollos entre las ruinas fantasmagóricas y los cantos de los trigueros.

El domingo salimos temprano hacia el Planerón, acompañados por Fernando y Eugenio. Allí pudimos observar terreras, cogujadas, alcaravanes, etc. A pesar de estar realmente cerca de ella no pudimos avistar la alondra ricotí, que parecía que nos rodeaba por todas partes por la insistencia de sus cantos.

Desde aquí pusimos rumbo a la salada de Mediana, y en el camino pudimos avistar un pequeño grupo de gangas ibéricas que correteaban al pie de la pista como si fueran gallinas, sin importarles la presencia de nuestro vehículo.

Por la tarde nos acercamos a Fuendetodos, pueblo natal de Goya, donde realizamos una ruta hasta la Puebla de Albortón pasando por la Foz Mayor y la Foz de Zafrané, donde nos detuvimos a charlar con un pastor que guiaba un rebaño de 500 ovejas y cabras que nos explicó las vicisitudes de la profesión en estos tiempos difíciles.

Una pareja de roqueros rojos fue la nota más resaltable del camino, junto a collalbas grises y rubias, totovías, pardillos y chovas piquirrojas.

El lunes lo habíamos reservado para visitar el Bajo Martín, y contamos para ello con la ayuda de Ricardo, un experto guía de la zona con el que pasamos un día fenomenal. Comenzamos la ruta por la estepa de las Planetas, en Albalate, donde la persistente lluvia no nos dejó tampoco avistar a la ricotí. Seguimos hacia la cueva Negra por una pista forestal que nos permitió contar hasta media docena de alcaudones comunes, para llegar al roquedo que formaba una cárcava cerrada al viento donde reinaban los buitres junto a alimoches y chovas.



En Albalate del Arzobispo Ricardo nos acompañó hasta la almazara del pueblo, donde pudimos conocer de mano de la gerente el proceso de fabricación del aceite y llevarnos aceite y aceitunas de Albalate.
Desde allí pasamos por Ariño, visitamos las aguas termales donde vive el cangrejo de río autóctono, tal y como pudimos comprobar in situ, y a pie de carretera las huellas de los desaparecidos dinosaurios impresas en la roca.
Nos dirigimos luego hacia Oliete para visitar La Sima de San Pedro, espectacular agujero de 80 m de diámetro y 150 m de profundidad que no dejó indiferente a nadie, aunque sólo unos pocos decidieron asomarse al vacío desde la plataforma colgada en medio de la nada para contemplar de cerca el vuelo de los aviones roqueros que crían en las paredes del cilindro.

Seguimos hacia la presa del embalse de la Cova Foradada, y allí los buitres salieron a saludarnos volando a escasos metros de nuestras cabezas mientras el halcón peregrino lanzaba al aire su grito de alerta para avisar a todo el mundo que aquel era su territorio.

Finalizamos la tarde visitando una fábrica de queso artesanal en Samper de Calanda, donde pudimos recabar información sobre el proceso que siguen para elaborar este alimento y llevarnos una muestra en el zurrón para disfrutarla ya de vuelta a casa.
Como indicamos al inicio del post, nos quedamos con las ganas de volver a recorrer estas tierras, y a ser posible volveremos a contar con la compañía de Káralom para no perder detalle de los rincones que guardan estas tierras, además de descubrir a sus gentes y los productos tradicionales que aquí se elaboran.

                       
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